miércoles, 27 de mayo de 2015

Mal de muchos,... barbas en remojo

20 letras por segundo
Si bajáis la vista/si hacéis bajar la página, veréis con vuestros propios ojos (vosotros que podéis) una estrecha ventana con noticias rodantes referentes al mundo del libro (cosas de la red global y del valle silíceo). Hoy ha saltado una nueva que parece antigua, de un país lejano allende los mares que parece el nuestro. De allí suelen llegar luctuosas noticias fronterizas, duelos y quebrantos del Norte y del Sur, disparos sordos de mafias y espaldas mojadas, silbido de alambradas ulcerantes y llantos callados de madres que buscan a sus hijos muertos desaparecidos y/o a sus hijas violadas y semi-enterradas en descampados de los que se enseñorean los coyotes (animales y humanos) conduciendo furgonetas negras.
Pues bien, de ese país viene esta noticia: y, a decir verdad, si suprimiéramos los nombres propios y los datos numéricos, y extractáramos las ideas-fuerza (cómo les gusta a algunos eso de la fuerza de las ideas), creeríamos que se refiere a nosotros (incluso habla de Pisa que siempre me agobia con su torre inclinada de resultados estadísticos en inminente amenaza de caer sobre nuestras cabezas iletradas). Menos mal que, al menos, tenemos un índice de bibliotecas por habitante cercano al de los países nórdicos: la cuestión es si las utilizamos para algo.
Me apareceré en sueños al ¿ministro de cultura?, y lo pienso con minúsculas e interrogaciones por alguna razón que no se escapa a nadie.


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Mario Cuenca Sandoval

Mario Cuenca Sandoval
Estaré con vosotros para celebrar el próximo Día del Libro.

CINCO AUTORES CON MARIO: BRAM STOKER

Mario Cuenca Sandoval es profesor de Filosofía, poeta y novelista.
En esta sección nos recomienda 5 libros que no deberíamos dejar de leer.

1. BRAM STOKER

Modesto y formal, humilde servidor de otro hombre, ensombrecido por la capa de Drácula.

El irlandés Bram Stoker (1847-1912) es uno de esos autores cuyas criaturas han llegado a ser más célebres que su creador. Drácula, uno de los personajes de ficción que más adaptaciones y actualizaciones ha experimentado, fue moldeado a partir de la leyenda de Vlad Tepes, es decir, Vlad el Empalador, un sanguinario gobernante rumano que se enfrentó a los turcos, combinada con la figura y atuendo del esquelético compositor Franz Listz.

A Stoker le tocó vivir también a la sombra de una celebridad de su tiempo hoy olvidada: Henry Irving, el actor más importante de la era victoriana, director del teatro del Liceo de Londres. Como secretario personal de Irving, las tareas administrativas de Bram Stoker (llevar las cuentas del teatro, organizar las giras de su jefe, responder la correspondencia...) apenas le dejaban tiempo para escribir. De hecho, trabajó en su Drácula durante las vacaciones, a lo largo de siete años, hasta que en 1894 se retiró a un pueblo costero para rematar la novela.

Incluso en la construcción de su más célebre novela, Stoker lució los modales de un secretario: la obra es la recopilación de una serie de cartas, telegramas, noticias de prensa, todas ellas falsas, desde luego, como si el autor se hubiera tomado la molestia de reunir la documentación existente sobre la tenebrosa anécdota de la novela: el conde Drácula decide trasladarse a Londres (recuérdese: el remilgado Londres victoriano), donde el bullicio y la sangre joven corren a sus anchas.

Stoker pidió a Irving que interpretara el papel de Drácula en el montaje teatral sobre su relato que él mismo dirigió y estrenó antes del lanzamiento de la novela. Este constituyó un sonoro fracaso. Y, de hecho, jamás volvió a representarse.

En su tiempo, Drácula provocó división de opiniones. Algunos críticos la calificaron de insufrible y otros consideraron que sus excelencias eran tantas que resultaba imposible que hubiera sido escrita por Bram Stoker, habida cuenta de su exigua trayectoria literaria. Otros la ningunearon por su adscripción a un género considerado menor por los más estirados. Aquellos sobre quienes pese semejante prejuicio deberían animarse a comprobar que Drácula es una de las mejores novelas del siglo xix. En los planes de estudio de nuestros institutos, Flaubert o Dostoievski resultan (merecidamente) ineludibles, pero se suele echar en falta a Bram Stoker, quien, a juicio de Oscar Wilde, fue autor de “la novela más hermosa jamás escrita”.

Pero incluso la muerte del desdichado Stoker fue ensombrecida por otros acontecimientos, pues coincidió con la tragedia del Titanic y apenas apareció en unos pocos obituarios de prensa.

BRAM STOKER

BRAM STOKER
Por Lorenzo Marqués

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