martes, 5 de julio de 2016

CINCO AUTORES CON MARIO

JUAN JOSÉ ARREOLA

Por Lorenzo Marqués

No suele aparecer en los manuales de Literatura, pese a ser uno de los grandes narradores centroamericanos del siglo xx, empequeñecido quizá por la figura de su paisano Juan Rulfo. Pero el mexicano Juan José Arreola (1918-2001) escribió algunos de los microcuentos más precisos, sorprendentes e imaginativos que he leído. Valgan como ejemplo: Prometeo a su buitre predilecto y Cuento de horror.
PROMETEO, A SU BUITRE PREDILECTA: "Más arriba, a la izquierda, tengo algo muy dulce para ti. Ella se obstinó en el hígado y no supo nunca del corazón de Prometeo."
CUENTO DE HORROR: “La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.”
Arreola no pudo terminar la escuela. Su padre lo puso a trabajar en un taller de encuadernación y después en una imprenta. Trabajó como panadero, mozo de cuerda, vendedor ambulante, y un sinfín de oficios, hasta que desembocó en al prestigiosa editorial mexicana Fondo de Cultura Económica, donde empezó como corrector y terminó como autor.
En su obras principales, la colecciones de cuentos Confabulario (1952) y Bestiario (1959), Arreola se ejercita como un verdadero acróbata de la narrativa breve, un funambulista que se desliza sobre la cuerda floja del lenguaje.
El relato más célebre de nuestro autor, La migala, narra la peripecia de un hombre que adquiere una araña de veneno mortal y la suelta por su apartamento para que discurra libremente y así vivir con la certeza de una muerte aplazada. Insólita técnica de suicidio. El retrato de Lorenzo Marqués, me parece, representa a un hombre apocado, tímido y medroso, con su anacrónica pajarita y sus rizos, intimidado tal vez por la migala.


Mario Cuenca Sandoval

Mario Cuenca Sandoval
Estaré con vosotros para celebrar el próximo Día del Libro.

CINCO AUTORES CON MARIO: BRAM STOKER

Mario Cuenca Sandoval es profesor de Filosofía, poeta y novelista.
En esta sección nos recomienda 5 libros que no deberíamos dejar de leer.

1. BRAM STOKER

Modesto y formal, humilde servidor de otro hombre, ensombrecido por la capa de Drácula.

El irlandés Bram Stoker (1847-1912) es uno de esos autores cuyas criaturas han llegado a ser más célebres que su creador. Drácula, uno de los personajes de ficción que más adaptaciones y actualizaciones ha experimentado, fue moldeado a partir de la leyenda de Vlad Tepes, es decir, Vlad el Empalador, un sanguinario gobernante rumano que se enfrentó a los turcos, combinada con la figura y atuendo del esquelético compositor Franz Listz.

A Stoker le tocó vivir también a la sombra de una celebridad de su tiempo hoy olvidada: Henry Irving, el actor más importante de la era victoriana, director del teatro del Liceo de Londres. Como secretario personal de Irving, las tareas administrativas de Bram Stoker (llevar las cuentas del teatro, organizar las giras de su jefe, responder la correspondencia...) apenas le dejaban tiempo para escribir. De hecho, trabajó en su Drácula durante las vacaciones, a lo largo de siete años, hasta que en 1894 se retiró a un pueblo costero para rematar la novela.

Incluso en la construcción de su más célebre novela, Stoker lució los modales de un secretario: la obra es la recopilación de una serie de cartas, telegramas, noticias de prensa, todas ellas falsas, desde luego, como si el autor se hubiera tomado la molestia de reunir la documentación existente sobre la tenebrosa anécdota de la novela: el conde Drácula decide trasladarse a Londres (recuérdese: el remilgado Londres victoriano), donde el bullicio y la sangre joven corren a sus anchas.

Stoker pidió a Irving que interpretara el papel de Drácula en el montaje teatral sobre su relato que él mismo dirigió y estrenó antes del lanzamiento de la novela. Este constituyó un sonoro fracaso. Y, de hecho, jamás volvió a representarse.

En su tiempo, Drácula provocó división de opiniones. Algunos críticos la calificaron de insufrible y otros consideraron que sus excelencias eran tantas que resultaba imposible que hubiera sido escrita por Bram Stoker, habida cuenta de su exigua trayectoria literaria. Otros la ningunearon por su adscripción a un género considerado menor por los más estirados. Aquellos sobre quienes pese semejante prejuicio deberían animarse a comprobar que Drácula es una de las mejores novelas del siglo xix. En los planes de estudio de nuestros institutos, Flaubert o Dostoievski resultan (merecidamente) ineludibles, pero se suele echar en falta a Bram Stoker, quien, a juicio de Oscar Wilde, fue autor de “la novela más hermosa jamás escrita”.

Pero incluso la muerte del desdichado Stoker fue ensombrecida por otros acontecimientos, pues coincidió con la tragedia del Titanic y apenas apareció en unos pocos obituarios de prensa.

BRAM STOKER

BRAM STOKER
Por Lorenzo Marqués

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