viernes, 18 de diciembre de 2015

Presente continuo


He observado, últimamente, que muchos, si no todos, los trabajadores de este empresa dedican buena parte de su tiempo a escribir, con ágiles y precisos unos, con nerviosos y revisores dedos otros, sobre unos artilugios luminosos, de sobremesa aquéllos, de portabilidad manual éstos. No sé exactamente qué escriben, cómo, a quién ni por qué. No soy agente de la ley ni inquisidor general, de manera que me trae al pairo la calidad ni la función de tales letras. Lo que sí puedo asegurar es que es enorme la dedicación vertida en ello y que, si todo ese esfuerzo volcado en esa actividad se dirigiera a cualquier otra, posiblemente estaríamos hablando de un gran avance para la humanidad.
Me pareció distinguir, no hace tanto, a una profesional que, sentada a la mesa camilla, hacía caso omiso de los compañeros, que la rodeaban en amena tertulia, mientras ella leía con concentración abstraída, si se me permite el pseudo-oxímoron, una obra literaria en una de esas pequeñas pantallas portátiles. Sin duda, chocaron dentro de mí dos ideas a cuál más convincente: por una parte, consideré que la mencionada señora destacaba por su virtud (si ello es posible etimológicamente en una dama, pues la virtus en su origen latino es la cualidad intrínseca del varón), digamos, culta y docta; por otra parte, me asaltaba la duda de si esa actividad lectora no resultaría un tanto ofensiva para los contertulios, que se devanaban los sesos por pasar un rato entretenido, entre comentarios jocosos, irónicos y, a veces, nostálgicos, pues ya se sabe que siendo el futuro, sin duda, el lugar donde todos queremos estar, no es menos cierto que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor... sobre todo, para los que ya cuentan después de algunas primaveras otros tantos otoños.
Entonces comprendí cuál es la función de esos aparatos: ser presente, presente simple y presente continuo, una manera, como cualquier otra, de seguir siendo jóvenes... o al menos, de parecerlo.

Mario Cuenca Sandoval

Mario Cuenca Sandoval
Estaré con vosotros para celebrar el próximo Día del Libro.

CINCO AUTORES CON MARIO: BRAM STOKER

Mario Cuenca Sandoval es profesor de Filosofía, poeta y novelista.
En esta sección nos recomienda 5 libros que no deberíamos dejar de leer.

1. BRAM STOKER

Modesto y formal, humilde servidor de otro hombre, ensombrecido por la capa de Drácula.

El irlandés Bram Stoker (1847-1912) es uno de esos autores cuyas criaturas han llegado a ser más célebres que su creador. Drácula, uno de los personajes de ficción que más adaptaciones y actualizaciones ha experimentado, fue moldeado a partir de la leyenda de Vlad Tepes, es decir, Vlad el Empalador, un sanguinario gobernante rumano que se enfrentó a los turcos, combinada con la figura y atuendo del esquelético compositor Franz Listz.

A Stoker le tocó vivir también a la sombra de una celebridad de su tiempo hoy olvidada: Henry Irving, el actor más importante de la era victoriana, director del teatro del Liceo de Londres. Como secretario personal de Irving, las tareas administrativas de Bram Stoker (llevar las cuentas del teatro, organizar las giras de su jefe, responder la correspondencia...) apenas le dejaban tiempo para escribir. De hecho, trabajó en su Drácula durante las vacaciones, a lo largo de siete años, hasta que en 1894 se retiró a un pueblo costero para rematar la novela.

Incluso en la construcción de su más célebre novela, Stoker lució los modales de un secretario: la obra es la recopilación de una serie de cartas, telegramas, noticias de prensa, todas ellas falsas, desde luego, como si el autor se hubiera tomado la molestia de reunir la documentación existente sobre la tenebrosa anécdota de la novela: el conde Drácula decide trasladarse a Londres (recuérdese: el remilgado Londres victoriano), donde el bullicio y la sangre joven corren a sus anchas.

Stoker pidió a Irving que interpretara el papel de Drácula en el montaje teatral sobre su relato que él mismo dirigió y estrenó antes del lanzamiento de la novela. Este constituyó un sonoro fracaso. Y, de hecho, jamás volvió a representarse.

En su tiempo, Drácula provocó división de opiniones. Algunos críticos la calificaron de insufrible y otros consideraron que sus excelencias eran tantas que resultaba imposible que hubiera sido escrita por Bram Stoker, habida cuenta de su exigua trayectoria literaria. Otros la ningunearon por su adscripción a un género considerado menor por los más estirados. Aquellos sobre quienes pese semejante prejuicio deberían animarse a comprobar que Drácula es una de las mejores novelas del siglo xix. En los planes de estudio de nuestros institutos, Flaubert o Dostoievski resultan (merecidamente) ineludibles, pero se suele echar en falta a Bram Stoker, quien, a juicio de Oscar Wilde, fue autor de “la novela más hermosa jamás escrita”.

Pero incluso la muerte del desdichado Stoker fue ensombrecida por otros acontecimientos, pues coincidió con la tragedia del Titanic y apenas apareció en unos pocos obituarios de prensa.

BRAM STOKER

BRAM STOKER
Por Lorenzo Marqués

CDU

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