lunes, 28 de septiembre de 2015

Et in Arcadia ego



"Tras la muerte de Jorge de Cueto, su esposa e hijos trasladaron su domicilio a la calle Alta y Baja, concretamente a una casa situada en el conocido popularmente como 'Rincón de las Beatas'. Este lugar se encuentra entre los muros del antiguo colegio de niñas huérfanas de San Ildefonso, hoy denominado San Luis, y la casa número 1 de la Calle Baja".
Eso leía Sir A., distrayendo su tiempo durante la hora de guardia. Parecía entregado con afán a la catalogación de libros, cuando cayó en sus manos un ejemplar titulado "Las Cuetas" y lo abrió con desgana por una página al azar. Cuántas veces había deambulado él por aquel pasaje, por ese escalón urbanístico irreverente, por ese desafío a Hipodamo de Mileto, volviendo a su casa, una manzana más baja y más allá de la mía, escuchando atento el griterío de los niños del San Luis que se desgañitaban entre juegos a la hora del recreo. Todo era parte de lo mismo, jugar, aprender, libros, balones, esculturas religiosas, leer,... Todo en la naturaleza lee lo que la propia naturaleza escribe. No es una artificio, sino una transposición de la materia a símbolo, de la parábola de la pelota que busca portería a la curva del vuelo de las aves migratorias y otoñales, de la onda voluminosa de la talla barroca de una Inmaculada Concepción a la filigrana de la caligrafía en la firma de Doña Josefa de Cueto, del haz de luz del proyector del aula a la sombra tenebrista del Rincón de las Beatas. Et in Arcadia ego.

Mario Cuenca Sandoval

Mario Cuenca Sandoval
Estaré con vosotros para celebrar el próximo Día del Libro.

CINCO AUTORES CON MARIO: BRAM STOKER

Mario Cuenca Sandoval es profesor de Filosofía, poeta y novelista.
En esta sección nos recomienda 5 libros que no deberíamos dejar de leer.

1. BRAM STOKER

Modesto y formal, humilde servidor de otro hombre, ensombrecido por la capa de Drácula.

El irlandés Bram Stoker (1847-1912) es uno de esos autores cuyas criaturas han llegado a ser más célebres que su creador. Drácula, uno de los personajes de ficción que más adaptaciones y actualizaciones ha experimentado, fue moldeado a partir de la leyenda de Vlad Tepes, es decir, Vlad el Empalador, un sanguinario gobernante rumano que se enfrentó a los turcos, combinada con la figura y atuendo del esquelético compositor Franz Listz.

A Stoker le tocó vivir también a la sombra de una celebridad de su tiempo hoy olvidada: Henry Irving, el actor más importante de la era victoriana, director del teatro del Liceo de Londres. Como secretario personal de Irving, las tareas administrativas de Bram Stoker (llevar las cuentas del teatro, organizar las giras de su jefe, responder la correspondencia...) apenas le dejaban tiempo para escribir. De hecho, trabajó en su Drácula durante las vacaciones, a lo largo de siete años, hasta que en 1894 se retiró a un pueblo costero para rematar la novela.

Incluso en la construcción de su más célebre novela, Stoker lució los modales de un secretario: la obra es la recopilación de una serie de cartas, telegramas, noticias de prensa, todas ellas falsas, desde luego, como si el autor se hubiera tomado la molestia de reunir la documentación existente sobre la tenebrosa anécdota de la novela: el conde Drácula decide trasladarse a Londres (recuérdese: el remilgado Londres victoriano), donde el bullicio y la sangre joven corren a sus anchas.

Stoker pidió a Irving que interpretara el papel de Drácula en el montaje teatral sobre su relato que él mismo dirigió y estrenó antes del lanzamiento de la novela. Este constituyó un sonoro fracaso. Y, de hecho, jamás volvió a representarse.

En su tiempo, Drácula provocó división de opiniones. Algunos críticos la calificaron de insufrible y otros consideraron que sus excelencias eran tantas que resultaba imposible que hubiera sido escrita por Bram Stoker, habida cuenta de su exigua trayectoria literaria. Otros la ningunearon por su adscripción a un género considerado menor por los más estirados. Aquellos sobre quienes pese semejante prejuicio deberían animarse a comprobar que Drácula es una de las mejores novelas del siglo xix. En los planes de estudio de nuestros institutos, Flaubert o Dostoievski resultan (merecidamente) ineludibles, pero se suele echar en falta a Bram Stoker, quien, a juicio de Oscar Wilde, fue autor de “la novela más hermosa jamás escrita”.

Pero incluso la muerte del desdichado Stoker fue ensombrecida por otros acontecimientos, pues coincidió con la tragedia del Titanic y apenas apareció en unos pocos obituarios de prensa.

BRAM STOKER

BRAM STOKER
Por Lorenzo Marqués

CDU

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