lunes, 25 de mayo de 2015

Contra la escritura...

Σωκράτης

"Sócrates: Éste es, mi querido Fedro, el inconveniente, así de la escritura como de la pintura; las producciones de este último arte parecen vivas, pero interrógalas, y verás que guardan un grave silencio. Lo mismo sucede con los discursos escritos: al oírlos o leer los crees que piensan, pero pídeles alguna explicación sobre el objeto que contienen, y te responden siempre la misma cosa. Lo que una vez está escrito rueda de mano en mano, pasando de los que entienden la materia a aquellos para quienes no ha sido escrita la obra, sin saber, por consiguiente, ni con quién debe hablar, ni con quién debe callarse. Si un escrito se ve insultado o despreciado injustamente, tiene siempre necesidad del socorro de su padre, porque por sí mismo es incapaz de rechazar los ataques y de defenderse."

Platón, Fedro 274c-277a y 279b- 279c.

Sócrates (Platón) ataca la escritura como un monstruo que devora la memoria. Eso fue hace 24 siglos. Hoy expertos neuropsicólogos (triple tanto de helenismo) empiezan a pensar, después de intensos estudios y sesudos análisis, que la lectura digital es superficial y engañosa frente a la lectura en papel, profunda y sensitiva. 
Tablillas de arcilla, de cera, papiro, pergamino, códices,
imprenta, incunables, facsímiles, libro de bolsillo,
notebook, e-book, tablet,...
Recuerdo lo que se decía de Gutemberg y su imprenta en mis tiempos. Hubo algunos que criticaron este invento como arma del diablo contra la fe, porque permitía a muchos leer: leer libros sagrados, leer libros prohibidos, tan peligroso lo uno como lo otro. 
Hoy lo llamaríais democratización cultural. Parece que existe una corriente de pensamiento contra el hecho de que muchos lean y escriban y que, a falta de argumentos razonables y convincentes, se inventan una idea muy extendida entre la aristocracia intelectual de que lo extenso no puede ser profundo, de que los muchos no pueden sino ser superficiales y vulgares. No somos ni mejores ni peores que los hombres de las cavernas, ni más humanos ni más salvajes que los ciudadanos atenienses que forjaron la democracia, ni más cultos ni menos filósofos que los humanistas del Renacimiento, ni más ilustrados ni menos radicales que los enciclopedistas o los revolucionarios franceses, ni más ni menos humanos que cualquier humano anterior o posterior, sólo estamos en una fase de la historia, en un estadio del progreso, bien sea este lineal, parabólico, ondulante o cíclico, sólo somos resultado de un pasado y punto de partida de un futuro y tenemos que aprovechar el tiempo que nos ha tocado vivir, el que han construido las generaciones anteriores y el que tenemos que legar a las venideras en las mejores condiciones posibles. 
Leamos pues, ya sea libros de papel o digitales, periódicos impresos o virtuales, poesía, narrativa o ensayo, teatro, ciencia o filosofía,... leamos incluso la publicidad agresiva, la prensa amarilla, rosa o las esquelas de difuntos, los trozos de papel tirados por los suelos o los estampados de las camisetas de los jóvenes fiesteros,... 
Y escribamos, escribamos poesía adolescente y vergonzante, whatsapps con guasa o divergentes, listas de la compra y recordatorios para nuestra mala memoria por habernos entregado a la escritura, sumemos entradas tras entradas en blogs que acabaran abandonados como perros en la carretera del olvido, profundos tratados sobre nuestra superficialidad vulgar y despreciada, tareas llenas de faltas de ortografía para el maestro exigente, trabajos para la seño de 500 o más palabras entre las que se cuelen algunos atentados contra la RAE,... 
Gastemos tinta y papel para fastidiar a los ecologístas, derrochemos impulsos electrónicos por no quedarnos de brazos cruzados. Quizás nadie nos lea, tal vez no leamos a nadie: seremos entonces como islas micronésicas en la inmensidad pacífica del oceáno, pero seremos algo.


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Mario Cuenca Sandoval

Mario Cuenca Sandoval
Estaré con vosotros para celebrar el próximo Día del Libro.

CINCO AUTORES CON MARIO: BRAM STOKER

Mario Cuenca Sandoval es profesor de Filosofía, poeta y novelista.
En esta sección nos recomienda 5 libros que no deberíamos dejar de leer.

1. BRAM STOKER

Modesto y formal, humilde servidor de otro hombre, ensombrecido por la capa de Drácula.

El irlandés Bram Stoker (1847-1912) es uno de esos autores cuyas criaturas han llegado a ser más célebres que su creador. Drácula, uno de los personajes de ficción que más adaptaciones y actualizaciones ha experimentado, fue moldeado a partir de la leyenda de Vlad Tepes, es decir, Vlad el Empalador, un sanguinario gobernante rumano que se enfrentó a los turcos, combinada con la figura y atuendo del esquelético compositor Franz Listz.

A Stoker le tocó vivir también a la sombra de una celebridad de su tiempo hoy olvidada: Henry Irving, el actor más importante de la era victoriana, director del teatro del Liceo de Londres. Como secretario personal de Irving, las tareas administrativas de Bram Stoker (llevar las cuentas del teatro, organizar las giras de su jefe, responder la correspondencia...) apenas le dejaban tiempo para escribir. De hecho, trabajó en su Drácula durante las vacaciones, a lo largo de siete años, hasta que en 1894 se retiró a un pueblo costero para rematar la novela.

Incluso en la construcción de su más célebre novela, Stoker lució los modales de un secretario: la obra es la recopilación de una serie de cartas, telegramas, noticias de prensa, todas ellas falsas, desde luego, como si el autor se hubiera tomado la molestia de reunir la documentación existente sobre la tenebrosa anécdota de la novela: el conde Drácula decide trasladarse a Londres (recuérdese: el remilgado Londres victoriano), donde el bullicio y la sangre joven corren a sus anchas.

Stoker pidió a Irving que interpretara el papel de Drácula en el montaje teatral sobre su relato que él mismo dirigió y estrenó antes del lanzamiento de la novela. Este constituyó un sonoro fracaso. Y, de hecho, jamás volvió a representarse.

En su tiempo, Drácula provocó división de opiniones. Algunos críticos la calificaron de insufrible y otros consideraron que sus excelencias eran tantas que resultaba imposible que hubiera sido escrita por Bram Stoker, habida cuenta de su exigua trayectoria literaria. Otros la ningunearon por su adscripción a un género considerado menor por los más estirados. Aquellos sobre quienes pese semejante prejuicio deberían animarse a comprobar que Drácula es una de las mejores novelas del siglo xix. En los planes de estudio de nuestros institutos, Flaubert o Dostoievski resultan (merecidamente) ineludibles, pero se suele echar en falta a Bram Stoker, quien, a juicio de Oscar Wilde, fue autor de “la novela más hermosa jamás escrita”.

Pero incluso la muerte del desdichado Stoker fue ensombrecida por otros acontecimientos, pues coincidió con la tragedia del Titanic y apenas apareció en unos pocos obituarios de prensa.

BRAM STOKER

BRAM STOKER
Por Lorenzo Marqués

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