viernes, 1 de mayo de 2015

La orfebrería de Gabo

Sobre la mesa de la sala, un periódico abierto. En el centro de la extensa página un personaje con apariencia de funcionario se afana sobre un folio de densa tipografía. Las gafas de pasta, el bigote prieto, el cuello de la camisa como una gola sobre jersey de pico: son los años finales de los sesenta. El hombre pensaba dejar su huella sobre la luna pronto. Pero de la imagen destaca su mano: empuña una pluma estilográfica (quiero pensar) regalo de alguien muy cercano, muy querido. Esa mano es el instrumento del alma que se derrama a través de los cristales de las gafas. El hombre corrige en silencio, con la serena alegría de reencontrarse a sí mismo, de corregirse, de mejorarse. Entre la menuda letra del folio que revisa se deja imaginar una pequeña aldea y un remolino de polvo legendarios.

Debajo de la imagen y por sus alrededores corre el arroyo de un artículo firmado en México (no conozco a la familia del redactor por parte de madre, de origen germano, supongo).


Así, con precisión de relojero, Gabriel deja caer una fina lluvia de mejoras sobre una obra que ya él sabía magna, una novela que marcaría un hito en la Literatura Universal con mayúsculas y que lo llevaría junto a los clásicos con esas maneras humildes con que se dejaba cantar 'Las mañanitas' por su octogésimo séptimo cumpleaños.

Hace poco lo vi deambulando por aquí, porque todos nosotros estamos en todas las bibliotecas, incluso en las más humildes y perdidas de este vertiginoso y torrencial mundo que el ser humano cree haber construido.

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Mario Cuenca Sandoval

Mario Cuenca Sandoval
Estaré con vosotros para celebrar el próximo Día del Libro.

CINCO AUTORES CON MARIO: BRAM STOKER

Mario Cuenca Sandoval es profesor de Filosofía, poeta y novelista.
En esta sección nos recomienda 5 libros que no deberíamos dejar de leer.

1. BRAM STOKER

Modesto y formal, humilde servidor de otro hombre, ensombrecido por la capa de Drácula.

El irlandés Bram Stoker (1847-1912) es uno de esos autores cuyas criaturas han llegado a ser más célebres que su creador. Drácula, uno de los personajes de ficción que más adaptaciones y actualizaciones ha experimentado, fue moldeado a partir de la leyenda de Vlad Tepes, es decir, Vlad el Empalador, un sanguinario gobernante rumano que se enfrentó a los turcos, combinada con la figura y atuendo del esquelético compositor Franz Listz.

A Stoker le tocó vivir también a la sombra de una celebridad de su tiempo hoy olvidada: Henry Irving, el actor más importante de la era victoriana, director del teatro del Liceo de Londres. Como secretario personal de Irving, las tareas administrativas de Bram Stoker (llevar las cuentas del teatro, organizar las giras de su jefe, responder la correspondencia...) apenas le dejaban tiempo para escribir. De hecho, trabajó en su Drácula durante las vacaciones, a lo largo de siete años, hasta que en 1894 se retiró a un pueblo costero para rematar la novela.

Incluso en la construcción de su más célebre novela, Stoker lució los modales de un secretario: la obra es la recopilación de una serie de cartas, telegramas, noticias de prensa, todas ellas falsas, desde luego, como si el autor se hubiera tomado la molestia de reunir la documentación existente sobre la tenebrosa anécdota de la novela: el conde Drácula decide trasladarse a Londres (recuérdese: el remilgado Londres victoriano), donde el bullicio y la sangre joven corren a sus anchas.

Stoker pidió a Irving que interpretara el papel de Drácula en el montaje teatral sobre su relato que él mismo dirigió y estrenó antes del lanzamiento de la novela. Este constituyó un sonoro fracaso. Y, de hecho, jamás volvió a representarse.

En su tiempo, Drácula provocó división de opiniones. Algunos críticos la calificaron de insufrible y otros consideraron que sus excelencias eran tantas que resultaba imposible que hubiera sido escrita por Bram Stoker, habida cuenta de su exigua trayectoria literaria. Otros la ningunearon por su adscripción a un género considerado menor por los más estirados. Aquellos sobre quienes pese semejante prejuicio deberían animarse a comprobar que Drácula es una de las mejores novelas del siglo xix. En los planes de estudio de nuestros institutos, Flaubert o Dostoievski resultan (merecidamente) ineludibles, pero se suele echar en falta a Bram Stoker, quien, a juicio de Oscar Wilde, fue autor de “la novela más hermosa jamás escrita”.

Pero incluso la muerte del desdichado Stoker fue ensombrecida por otros acontecimientos, pues coincidió con la tragedia del Titanic y apenas apareció en unos pocos obituarios de prensa.

BRAM STOKER

BRAM STOKER
Por Lorenzo Marqués

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