Recuerdo que, cuando era niño (también yo lo fui seguramente), soñaba lo que sueña cualquier ser humano. Había oído hablar, ya por entonces, de algún loco que creía haber inventado una solución. Incluso había leído mitos y leyendas al respecto.
El hombre siempre había envidiado a las aves. Por eso, seguramente, creó a los ángeles a su imagen y semejanza, pero les añadió alas para cumplir fabulosamente sus imposibles delirios. Ya antes los paganos politeístas tenían a sus ícaros y mercurios. Dioses y hombres se empeñaban en volar: a aquellos se lo concedieron, a éstos los aedos se lo hicieron pagar.
Globos inflamables, quebradizas alas, hélices afiladas como navajas, intentos desesperados, caídas brutales y huesos rotos, nada desanima al ser humano. Como decía el coro de la Antígona de Sófocles: 'Numerosas son las maravillas del mundo; pero, de todas, la más sorprendente es el hombre'.
Si vais a Córdoba por la autovía, justo antes de llegar podréis ver un elegante puente blanco, escultural, llamado de Ibn Firnás. También él, ya en época califal quiso domar el raro aire, las olas del viento, el vértigo de nuestros sueños más profundos.
Puente de Ibn Firnas |
No hay comentarios:
Publicar un comentario